Baeza es renacimiento, Universidad, Guardia Civil, legado machadiano y, sobre todo y por encima de todo, es un formidable mar de olivos, un colosal bosque oleícola que ha catapultado a la ciudad, Patrimonio de la Humanidad, como el municipio de Jaén más productor de aceite de oliva.

El poeta universal Antonio Machado dejó escrito hace más de un siglo en “¡Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea!”, lo evocador que le resultaba este paisaje, el cultivo del olivar, que en la ciudad baezana es más que un gran icono medioambiental y cultural.

Es una indiscutible fuente de riqueza y empleo, una referencia oleícola en todos los órdenes, la de un alimento que ya producen 65 países, que seduce y enamora por sus bondades saludables.

La provincia de Jaén es el mayor territorio mundial de producción de aceite de oliva, y desde hace unos años también tiene el privilegiado honor de elaborar los mejores zumos de aceituna.

Baeza es, dentro de la provincia de Jaén, el municipio “primus inter pares”, como lo reflejan las cifras y lo sostienen los datos de las últimas campañas de aceituna y de elaboración de aceite de oliva.

La ciudad ha producido en esta campaña oleícola 2018/2019 más de 37.000 toneladas de aceite de oliva, más de 37 millones de kilos, superando a Villacarrillo en cerca de 1.000 toneladas y a Úbeda en cerca de 10.000, y la tendencia de las últimas diez campañas arroja un promedio que convierte a la ciudad baezana en el referente productor de aceite de oliva.

El pujante y desarrollado sector del olivar de Baeza no deja lugar a la duda cuando se computan sus cifras, según señala Santiago Calvo, de Pópulo Servicios Turísticos: tres grandes cooperativas oleícolas, siete almazaras industriales y cerca de una veintena de marcas de aceite de oliva virgen extra.

Además, cuenta con el Museo de la Cultura del Olivo. ubicado en la Hacienda La Laguna, tiendas especializadas y un floreciente sector relacionado con el oleoturismo.

Para Francisco Vañó, el director general de Castillo de Canena, el olivar de Baeza es “el corazón y el alma del olivar jiennense”, del que se deshace en elogios.

Es un olivar tradicional “potente, frutero, bello, armónico, mimado por sus agricultores, que ha sabido conjugar la tradición, la historia y el arte con la tecnología y la modernidad”, subraya Vañó. “Es el milagro de una alianza prodigiosa entre el trabajo del hombre y la generosidad de la naturaleza”, sintetiza el empresario.

Entre tanto, Joaquín Morillo, de Oleícola Jaén, entiende que Baeza es “una de las grandes almazaras del mundo en producción y calidad”.

El gerente de la cooperativa Virgen del Alcázar, Francisco Aldarias, por su parte, pone en valor “el olivar de la transformación continua” al ser prácticamente casi toda la superficie de regadío, en un término municipal que cuenta con más de 16.000 hectáreas de olivar y con más de 1.600.000 olivos.

Antonio Perales, de Aceites Pradolivo, justifica este poderío productor de Baeza en el riego de un cultivo que se empapa con las aguas de los ríos que circundan su territorio, así como por los aprovechamientos subterráneos de pozos y acuíferos, con los que se incrementa y mejora la productividad en este cultivo cada vez menos vecero.

Además, resalta el impulso dado desde hace décadas a la conversión de los campos de cereal en nuevas plantaciones de olivar, junto con “la apuesta y la valentía” de los olivicultores de Baeza por invertir en este cultivo social, tanto en los cuidados del olivo como en la mejora de la recolección de la aceituna, así como en el proceso de extracción de aceite de oliva en los centros productivos.

Queda meridianamente claro que Baeza es arte, cultura, conocimiento y olivar, mucho olivar, del que se obtienen muy buenos aceites de oliva, porque ha sabido hacer camino buscando la cantidad y la calidad, persiguiendo en este apasionante recorrido la excelencia.

La misma que buscaba su querido y añorado Antonio Machado, quien dejó escrito para la posteridad los célebres versos: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. 

Entradas recomendadas