A pocos días para que se dé el pistoletazo de salida al inicio de la cosecha temprana de los aceites de oliva y con la pandemia del coronavirus avanzando en su segunda oleada, ahora es tiempo de dar certidumbre y soluciones ante cualquier contratiempo que se pueda presentar. Desde la coordinación, la lealtad, la responsabilidad y adelantando las soluciones ante posibles escenarios que nadie desea y sin dejar margen para la improvisación. Y ello cumpliendo cada parte con su competencia y sin hacer dejación de funciones.  

No debería costar tanto esfuerzo ni haber tantos dimes y diretes para reflejar en un documento de cabecera cómo hay que actuar para tener claro lo que hay que hacer en estos tiempos tan difíciles y en tener las ideas meridianamente claras para afrontar con éxito y garantías la principal recolección agrícola. Por eso, en la medida de lo posible hay que adelantarse a los problemas que puedan surgir y a los acontecimientos desfavorables que para nada queremos que se produzcan; o, en el peor de los casos, tener un plan B a modo de alternativa para cada situación sin dejar nada a la voluntad de cada cual, sino del interés general y del bien común. Pero sin alarmar y dejando al margen cualquier partidismo que no conduce a nada, ni siquiera para alimentar el consumo interno de la tropa.

De esta inminente campaña oleícola me preocupa, además del prolongado bajo precio del aceite de oliva en el mercado de origen y la secular desunión del sector, cualquier imagen negativa que se pueda dar y que no se corresponda con la realidad de una tierra noble y hospitalaria como la de Jaén y la de un cultivo como el olivar, el árbol de la paz y de la concordia.

Nos jugamos mucho y es responsabilidad de todos que la campaña transcurra lo mejor posible dentro de lo razonable en esta extraña nueva normalidad en la que Damocles (el coronavirus) amenaza con su espada la recolección de la aceituna, cuyo fruto hay que recoger, aun siendo conscientes que hay que redoblar los esfuerzos y extremar las precauciones ante la que nos ha caído encima.

Si se hacen bien los deberes y si se cumplen los protocolos a rajatabla es presumible que todo salga relativa y moderadamente bien, partiendo de la máxima de que no hay riesgo cero y de que todos debemos de poner de nuestra parte. Así que es labor de todos (administraciones, colectivos y del propio sector oleícola) arrimar el hombro para lograr una buena recolección de la aceituna para su posterior transformación en oro verde, nuestro santo y seña, el que nos ha dado desde tiempos inmemoriales una auténtica cultura, una personal idiosincrasia, así como una genuina y singular forma de vida. Y que nos la va a seguir dando, pese a los muchos “Damocles” que perturban y eclipsan la normalidad de un sector que va a seguir generando riqueza.  No tengan la menor duda.  

*Asensio López

Director de Oleum Xauen

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