Enfilamos la recta final de la campaña 2020/2021 que no ha sido mala en términos generales por cuanto ha tenido  más luces que sombras. Y eso en un sector como el del olivar y de los aceites de oliva, acostumbrado a noticias no del todo buenas y a ver la botella nunca llena (pónganles ustedes si medio llena o medio vacía), es muy meritorio. Máxime teniendo en cuenta de dónde venimos a cuenta de esta pandemia que ha hecho y sigue haciendo estragos, aunque parece que las luces dan ya claridad a este negrísimo túnel por el que hemos transitado con funestas consecuencias sanitarias, económicas y sociales. 

En estos dos meses que aún restan de la campaña (agosto y septiembre) más los días de octubre hasta que se obtengan los primeros zumos de aceituna tendremos un enlace de campaña moderadamente bajo, en torno a unas 350.000 toneladas, cantidad que se antoja suficiente para abastecer los mercados.  Una campaña que apura sus últimas semanas con precios más o menos estables en el mercado de origen, aunque con una ligera tendencia a la baja, y eso en un escenario de salidas medio mensual superior a las 140.000 toneladas de aceites de oliva, lo cual está muy bien.

Una campaña con buenas nuevas como la tendencia que apunta a récord en comercialización y con un consumo que se consolida; la tregua de cinco años en los aranceles; que ha motivado que bajen las importaciones de terceros países; una remontada de los precios en origen que se han alejado de su volatilidad y han mantenido posiciones con una cierta estabilidad en la órbita de los tres euros y tres euros y pico; un sector que ha sabido capear con nota la pandemia;  una campaña que ha vuelto a poner de manifiesto que no hay grandes desajustes entre la oferta y la demanda, o al menos así lo corrobora la trayectoria de las últimas campañas, salvo alguna excepción.

Pero no todo ha sido bueno. A la menor producción de la esperada por el rendimiento medio graso más bajo de la historia se une la incertidumbre que genera en el sector el sistema de etiquetado Nutriscore o cómo se cerrará finalmente la aplicación de la PAC en España y si el olivar tradicional tendrá por fin la discriminación positiva que tanto necesita y que es de justicia por la labor social y medioambiental que ejerce. Y habrá que estar atentos a ver cómo queda finalmente la Ley de la Cadena Alimentaria y si es una herramienta útil para que los precios no estén por debajo de los costes de producción.

Acaba una campaña en la que ha llovido poco y ha aumentado en algunas zonas el estrés hídrico del olivar, que necesita de la bondad de una gran otoñada, el olivar que siempre mira al cielo y a los imponderables de la meteorología. Y todo ello sin olvidar que hay que seguir invirtiendo de forma continuada en promoción para abrir nuevos mercados; la mejora aún más si cabe de “las tres C”: calidad, con el incremento del envasado; la comercialización, así como la concentración, pero no por definición, sino sabiendo a dónde y cómo  se quiere ir y a dónde no. 

Y mientras diremos adiós a esta discreta campaña oleícola, a la que le pondremos la guinda en Expoliva, y le daremos la bienvenida a la próxima, que ya será la 2021/2022, que se presume muy similar a ésta, aunque no hay dos campañas que sean iguales ni clónicas. Todas tienen sus pros y sus contras; sus fortalezas y sus debilidades, sus diferencias, su cuestión de matices y de interpretación en un sector que es muy heterogéneo y nada homogéneo. Conviene recordarlo.

*Asensio López, director de Oleum Xauen

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