Este domingo 18 de octubre se cumple un año de la entrada en vigor de los aranceles que gravan con el 25 por ciento diferentes productos españoles, entre ellos el aceite de oliva envasado de menos de 18 kilos y la aceituna de mesa, tras la medida decretada por la Administración Trump como consecuencia de la disputa comercial que mantiene con la Unión Europea por las ayudas al sector de la industria aeronáutica.  

Desde entonces el daño a la marca de los aceites de oliva español ha sido manifiesto, sobre todo al deterioro en la imagen de la promoción que España lleva haciendo en Estados Unidos desde hace años, esfuerzo que propició que consiguiera el liderazgo exportador en este importante y apetecible mercado, el tercero después de España e Italia.

Así lo sostiene el director de la Asociación Española de la Industria y el Comercio Exportador de Aceite de Oliva (Asoliva), Rafael Picó,  quien cifra en un descenso del 77 por ciento las exportaciones de aceite de oliva español a EE UU entre enero y agosto de este año, aunque las empresas españolas, para no perder cuota de mercado ni su liderazgo en el país norteamericano, han importado aceites de oliva de terceros países que han envasado indicando el país de procedencia, lo que ha supuesto que las importaciones de EE UU a este respecto  hayan crecido un 22 por ciento en la fecha reseñada anteriormente.

Por todo ello, el sector oleícola español en su conjunto y las administraciones han reivindicado la retirada de esta medida por considerarla injusta, discriminatoria, un agravio comparativo en relación con otros países de su entorno y porque consideran que la agroalimentación es ajena a esta disputa comercial. Máxime después de conocerse en octubre la resolución de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que autoriza a la Unión Europea a la imposición de aranceles de hasta 4.000 millones de dólares en importaciones procedentes de Estados Unidos.

Abogan, no obstante, por una solución negociada y consensuada, que no penalice a los productos agroalimentarios y que la Unión Europea no se tenga que ver obligada a ejercer sus derechos de imponer las contramedidas arancelarias, ese debería ser el último paso que se tenga que dar, según argumentan. Así lo entiende Rafael Pico, quien cree que esta resolución es “un paso adelante”, aunque no es partidario de una guerra comercial.

Por eso, pide la suspensión de los aranceles y una mesa negociadora entre EE UU y la UE que ponga fin a este litigio en interés del beneficio mutuo. Sin embargo, en el caso de que EE UU se negara a negociar, entiende que la UE debe incluir una lista de productos de EE UU para gravar, y eso precisamente reconociendo que las elecciones en el país americano no ayudan en el corto plazo a la resolución definitiva del conflicto.

Asensio López, director de la revista Oleum Xauen

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